domingo, 25 de abril de 2010

Disfraz

“A veces, Yo soy yo y mi lengüaje es mi disfraz”

La palabra “pero” es una de las trampas del lenguaje.
Cuando digo pero… intento invalidar total o parcialmente todo lo que dije primero: “Yo no tengo nada contra los negros, pero…”
Y antes de seguir escuchando, yo ya sé que quien dice esto, tiene algo contra los negros.
Me importa utilizar las palabras en su verdadero sentido; esto suele ayudarme a hacerme responsable de lo que digo y hago, responsable de lo que soy, responsable de mí mismo.

Cada vez que me encuentro diciendo un pero… trato de reemplazarlo por: y además… Si el reemplazo encaja, entonces elijo esta otra forma de decirlo. Si no encaja, entonces hay dos posibilidades: o la primera parte de la frase no es lo que deseo decir o voluntariamente estoy tratando de invalidarla, quizás para enfatizar la segunda, quizás para hacer una aseveración paradojal.

Sea como fuere, siempre me sirve para darme cuenta de alguna zona poco clara de mí mismo.
¡DARME CUENTA! ¡Qué importante!
¡Qué diferente suena darse cuenta, comparado con tomar conciencia!

“Tomar conciencia” me suena intelectual, razonable, frío y parcial. “Darse cuenta” es total; me doy cuenta con todo mi ser.

Quiero contarte sobre las trampas del lenguaje.
Todo sucede como si el lenguaje exterior, el que solemos usar para comunicarnos con los demás, no siempre fuera el reflejo fiel de lo que aparentemente quiero decir.

Por ejemplo, quiero decirte: “Ayer cuando me puteaste, me dio mucha bronca y sentí ganas de romperte una silla en la cabeza”.
Si me disfrazo te digo: “A veces la agresividad perturba a cualquiera” (¿???????)

Fijate la indefinición, la ambigüedad y la falta de compromiso de la segunda frase: “A veces (¿¿Cuándo??) la agresividad (¿¿Cuál?? ¿¿De quién con quién??) perturba (¿¿Qué hace??) a cualquiera (¿¿A quién??).

Otro ejemplo. Te digo: “¿Tenés ganas de tomar un café?”, en lugar de: “Quiero tomar un café con vos. Te pido que me acompañes”.

Muchas veces, hacemos preguntas en lugar de afirmar un pensamiento que nos pertenece.
Estas son nuestras “frases encubridoras”.
Si cada vez que hago una pregunta trato de encontrar la afirmación escondida, me daré cuenta de muchas afirmaciones que me callo.
Preguntar es una eliminación, un robo que hago de una parte de lo que digo o de toda mi expresión.
En la pregunta no hay compromiso, hablo sin decir, me disfrazo.

¿Para qué hago estas cosas?
Quiero que los demás me quieran (.?), que me aprueben, que me acepten, que estén contentos de conocer a una persona tan agradable y gentil como yo. Tengo miedo de que me rechacen, que me abandonen, que me critiquen, que no me quieran.

Y entonces…abro el baúl de los recursos y me disfrazo: una nariz redonda, un poco de colorete, un sombrero atractivo, unos zapatos graciosos y, sobre todo, saco y corbata (porque no hay que perder la formalidad)…y te engaño…te estafo…te miento…

Vos aceptás mi disfraz, querés mi disfraz, admirás mi disfraz… y si lo hago bien, quizás…ni siquiera te des cuenta y creas que te estás relacionando conmigo.

Un día, yo me doy cuenta y empiezo a extrañarte.
Quiero que te contactes conmigo…conmigo de verdad… y me saco la nariz, el colorete, el sombrero, los zapatos, el saco y la corbata. Y guardo todo en el baúl de los recursos y guardo el baúl bien lejos, como para que no estorbe el paso.

Ahora sí.
Ahora soy yo
Vení conmigo.
Miráme.
Tocame.
Oléme.
Escuchame…
Soy yo.

Es cierto, muchas personas más me rechazan ahora y es también cierto que muchas menos personas me quieren, pero (y aquí si es pero…) cuando te encuentro a vos, a vos que me aceptás así, tal como soy…qué placer… ¡Qué placer!

No te disfraces para mi… ¡si lo que yo quiero es estar con vos!

Jorge M. Bucay. “Cartas para Claudia”, Carta n°6.

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